Impresionismo
es la denominación de un movimiento artístico definido inicialmente para la
pintura impresionista, a partir del comentario de un crítico de arte (Louis
Leroy).
El movimiento
plástico impresionista se desarrolló a partir de la segunda mitad del siglo XIX
en Europa principalmente en Francia caracterizado, a grandes rasgos, por el
intento de plasmar la luz y el instante, sin reparar en la identidad de aquello
que la proyectaba. Es decir, si sus antecesores pintaban formas con identidad,
los impresionistas pintaban el momento de luz, más allá de las formas que
subyacen bajo este. Fue clave para el desarrollo del arte posterior, a través
del postimpresionismo y las vanguardias.
El impresionismo en la pintura partió del desacuerdo de
algunos artistas con los temas clásicos y con las fórmulas artísticas impuestas
por la Academia Francesa de Bellas Artes. Esta fijaba los modelos a seguir y
patrocinaba las exposiciones oficiales del Salón parisino.
Édouard Manet, considerado el primer Impresionista,
aseguraba que utilizando colores fuertes y contrastados, se podían obtener
sutiles representaciones de luz por la yuxtaposición de colores. Los
representantes principales del movimiento fueron: Edgar Degas, Claude Monet,
Berthe Morisot, Camille Pisarro, Auguste Renoir y Alfred Sisley.
El objetivo de los impresionistas era conseguir una
representación del mundo espontánea y directa.
El Impresionismo parte del análisis de la realidad. Hasta
ahora la pintura reproducía un escenario en el que ocurría un acontecimiento
que conformaba el mensaje para el espectador. Ahora, se quiere que la obra
reproduzca la percepción visual del autor en un momento determinado, la luz y
el color real que emana de la naturaleza en el instante en el que el artista lo
contempla. Se centrarán en los efectos que produce la luz natural sobre los
objetos y no en la representación exacta de sus formas ya que la luz tiende a
difuminar los contornos. Ven colores que conforman cosas, y esto es lo que
plasman, formas compuestas por colores que varían en función de las condiciones
atmosféricas y de la intensidad de la luz. Todo esto hace que elaboren una
serie de un mismo objeto en diferentes circunstancias atmosféricas y
temporales, no les importa el objeto, sino las variaciones cromáticas que sufre
éste a lo largo del día.
Los impresionistas eliminaron los detalles minuciosos y tan
sólo sugirieron las formas, empleando para ello los colores primarios (azul,
rojo y amarillo) y los complementarios (naranja, verde y violeta). Consiguieron
ofrecer una ilusión de la realidad aplicando directamente sobre el lienzo
pinceladas de color corto y yuxtapuesto.
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